28 de septiembre de 2011

Diferencia entre una democracia y una dictadura


«La diferencia entre una democracia y una dictadura es que una democracia votas primero y obedeces después; en una dictadura no hace falta que pierdas el tiempo votando.»
Charles Bukowski

En otros tiempos y en otras sociedades menos complejas, cuando un poderoso quería explotarte te ponía unos grilletes, te daba unos azotes, te mantenía a base de pan y agua, violaba a tu mujer e hijas y encima te obligaba a llamarle señor. Por supuesto, también era costumbre que al explotado se le cruzasen los cables y le cortase la garganta al señor mientras dormía, o se aliase con los explotados de los alrededores para cortar varias gargantas de varios señores. La insurrección era vista como algo lógico e inevitable, y la vergüenza recaía sobre el señor por no haberse sabido defender. La cosa estaba clara, las cartas no estaban marcadas y hasta el más tonto de la aldea hubiera podido señalar al explotador en una rueda de reconocimiento. Hoy en día, los señores han convertido la economía en algo tan complejo que las masas se ven incapaces de comprender de dónde les llueven los golpes. Han mutado los grilletes y el látigo en entelequias incomprensibles tales como el IBEX-35, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo. Han transformado la economía en una máscara detrás de la que robar y machacar al pueblo bajo un prudente velo de anonimato e impunidad. No se puede guillotinar a la CEOE, ni quemar sus propiedades, porque la CEOE sólo existe en el reino de las ideas.

Otra entelequia sin garganta que cortar es el nuevo acuerdo a puerta cerrada parido por Merkel y Sarkozy: el Pacto del Euro. Se trata de la enésima reforma en contra de los trabajadores que se anuncia como inevitable para salir de “la crisis”; en este caso, el objetivo declarado es aumentar la “competitividad” para contener el déficit en los estados de la Unión Europea y así evitar nuevos "rescates". En palabras de El País [1], «el acuerdo se basa en compromisos sobre moderación salarial, contención del gasto en pensiones y prestaciones sociales, flexiseguridad laboral para fomentar el empleo y coordinación de las políticas fiscales». A cualquier trabajador se le deberían poner los pelos de punta ante esta retórica anti-proletaria.

Lo que se esconde detrás de este lema es que los sueldos de los trabajadores no aumenten cada año conforme aumente la inflación (el “coste de la vida”), sino que queden estancados definitivamente, de tal forma que cada año que pase todos seamos un poco más pobres. Se trata, pues, de una reducción salarial encubierta
Merkel y Sarzoky pueden estar contentos: Zapatero ya le concedió este deseo en marzo con la colaboración de los traidores sindicatos amarillos, aumentando la edad de jubilación a los 67 años entre otros ataques. Sin embargo, en el Pacto del Euro se recogen “propuestas” aún más agresivas como la vinculación de la edad de jubilación a la esperanza de vida.

Las alarmas lanzadas periódicamente sobre la supuesta insostenibilidad de las pensiones españolas tienen su origen en “expertos” tales como los “100 economistas”, que machaconamente ofrecen propuestas que nadie les ha solicitado y que los medios amplifican con complicidad. Estos “100 economistas” han sido reunidos y financiados por la FEDEA, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada. A la FEDEA, a su vez, la financian todo tipo de bancos y cajas de ahorro, así como France Télécom y REPSOL . La jugada no puede ser más obvia y descarada: los bancos y grandes fortunas contratan a una serie de “expertos independientes” seleccionados a dedo para propagar falsedades y catastrofismos sobre el sistema estatal de pensiones, con el fin de lograr su desestabilización y fomentar los muy lucrativos planes de pensiones privados (los intereses generados por la “hucha” estatal de las pensiones ascienden a más de 2.600 millones de euros, una cantidad muy apetitosa para el capital). A largo plazo, el objetivo es su completa privatización, lo cual supondría el pelotazo financiero del siglo y un tremendo atraco a mano armada contra el pueblo. Por supuesto, estos economistas corren un tupido velo sobre la crisis de las pensiones privadas disparada tras la crisis financiera de 2008.
Por todo esto, es absurdo y completamente mentira afirmar decir que a día de hoy las pensiones son insostenibles o que generan un déficit intolerable. En todo caso, el supuesto impacto de las pensiones sobre las finanzas estatales comenzaría hipotéticamente dentro de años o décadas debido al envejecimiento de la población, con lo cual esta medida no se justifica si el objetivo es (como ellos dicen) contener el déficit aquí y ahora para salir de “la crisis”. Pero, cuidado, el cuento del envejecimiento de la población también es otro engaño en el que no entraremos para no desviarnos del tema principal

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